Esperanza a pesar de la deportación

Mientras se registran cifras récord de deportados en EE.UU., los que se quedan viven en la incertidumbre.

Cuando Manuel A. fue deportado a México, su familia quedó en suspenso y con una incógnita: quedarse aquí o regresar a su tierra natal.

María A., esposa de Manuel, y sus tres hijos decidieron quedarse, por ahora, lo que significa encarar diariamente el miedo de que a la jefa de familia la pudiera detener la policía. Tal es el temor que pidieron que se les protegiera su identidad en este reportaje.

“No sé si regresarme o quedarme. Al mismo tiempo me da miedo regresar porque yo voy a cumplir 19 años viviendo aquí. De mis hijos, dos han nacido aquí y yo siento que va a ser algo demasiado grande cambiarles de un día para otro la vida”, relató María.

Así como esta familia enfrenta la crisis, muchas otras han sido separadas por la deportación.

Las estadísticas del Servicio de Inmigración y Aduanas (ICE) reflejan que en el año fiscal 2010 solo en la región de Atlanta (que cubre Georgia y las Carolinas) 20,292 personas fueron deportadas. Del total de deportados, 8,642 no habían cometido ningún crimen, como fue el caso de Manuel, cuyo delito fue manejar con una licencia expirada.

Él llevaba casi 20 años en el estado y obtuvo el permiso para conducir en 1994, cuando no se necesitaba tener un estatus migratorio para ello.

Pero en mayo de 2009, a Manuel lo detuvieron en un retén en Gainesville, ciudad donde se implementa el programa 287(g), que faculta a los carceleros a indagar el estatus migratorio de los arrestados. Su familia pagó una fianza de seis mil dólares para sacarlo de la cárcel.

Pero sus problemas con las autoridades no acabaron. Su esposa dice que por una confusión no se presentaron a la corte para el juicio. Unos meses después, la policía lo detuvo por segunda ocasión y pasó directamente a manos de ICE porque un juez ya había firmado su deportación, por lo que fue expulsado en menos de un mes.

Más deportados

Manuel es uno de los miles de mexicanos que fueron deportados en 2010. Estados Unidos alcanzó una cifra record el año pasado de 392,862 deportados, de los cuales 279,687 eran mexicanos.

La cifra total representa el número más alto en la historia del país y equivale a 81 mil expulsiones más que en el año fiscal 2008, el último de George W. Bush.

La secretaria de Seguridad Nacional, Janet Napolitano, aseguró en una reciente visita a Atlanta que la inmigración de indocumentados se ha reducido en un 36% y que su oficina trabaja para castigar a quienes contraten a los sin papeles.

Y mientras que deportan a miles y en Georgia avanza la ley HB87 que criminaliza la inmigración ilegal, familias como la de María y Manuel piden una oportunidad.

“Es muy triste, la vida te cambia de un día para otro y no entiendo porqué, si uno lo que está haciendo es trabajar, uno no le está haciendo daño a nadie”, sostuvo la esposa, quien agregó que lo único que la detiene aquí es ofrecerle a sus hijos la oportunidad de vivir en EE.UU. Sin embargo, sus hijos, de 15, 17 y 21 años, están cansados del encierro y de vivir con miedo.

“Ellos están desesperados por la situación de que no podemos salir y dicen que nos vayamos. Sienten que todo el mundo nos está persiguiendo, que es injusto que nos traten como a unos criminales”, dijo María.

Futuro en suspenso

Ahora, el padre de familia está en Monterrey y dice sufrir por la ausencia de su seres queridos, pero no quiere exponerlos a la inseguridad de México.

“La violencia que se está viviendo en México es peor que si el país estuviera en guerra, porque en la guerra al menos la gente sabe de quién se tiene que cuidar. Ahorita lo que más me aterraría sería exponer a mis hijos a la violencia de México, prefiero que estemos así separados, no sé por cuanto tiempo”, expresó Manuel.

Pero el mexicano dice que volver a Georgia no es una opción, ya que se arriesgaría a un castigo más severo.

“Yo no puedo regresar a EE.UU. por 10 años, si yo regreso me van a subir (la penalidad) a 20 años y va a convertirse en una felonía (delito mayor)”, explicó. El dolor de no poder volver por el momento a EE.UU. y, al mismo tiempo, no querer exponer a su familia a irse a México lo tiene en la incertidumbre.

“Mi niña me dice ‘papi, te extraño mucho, yo quisiera estar contigo, quisiera ir para allá’. Yo le digo: no, hijita, yo voy a regresar un día, no te preocupes, yo también te amo, pero por el momento no es posible que vengas”, dijo el padre.

Al dolor de la desintegración familiar se suma la crisis económica de la familia. Cuando Manuel fue deportado, la familia también perdió su casa y la madre su trabajo.

Pasó algún tiempo para que el padre consiguiera empleo en México como maestro de inglés, idioma que adquirió al vivir aquí. Para aportar al ingreso familiar, María comenzó a trabajar limpiando casas.

“Para poder sacar $300 o $400 (a la semana) yo tengo que trabajar desde las seis de la mañana hasta la siete de la noche”, relató.

Al no estar acostumbrada a trabajar a este ritmo, María se lastimó la cintura, lo que ha hecho que tenga que invertir en cuidado de su salud a pesar de su difícil situación económica.

Además, el matrimonio coincide en que los ingresos no alcanzan para cubrir las necesidades de la familia.

Por ello, el hijo mayor del matrimonio, nacido en México, comenzó a trabajar. El joven labora como artista gráfico gracias a lo poco que pudo aprender en los estudios universitarios que, por la situación económica, no pudo concluir. Su esperanza es terminar sus estudios, aunque en este momento no se vean posibilidades.

“Si me voy para México nada más estoy escuchando de todos los problemas con los carteles de droga y matanzas. Estoy en un momento que nada más estoy parado, no me puedo mover ni a la izquierda ni a la derecha, solo esperando en Dios a ver qué oportunidad se presenta”, dijo el joven.

Esperanza por desesperanza

Ante circunstancias adversas, la familia se aferra a su fe en Dios para sostenerse ante el revés que ha cambiado sus vidas.

Su anhelo es que se apruebe una reforma que favorezca a los indocumentados y que de alguna forma ayude a reunificar su familia. “Dios es mi fuerza, por eso yo sigo aquí todavía. Yo le digo: ‘tus planes son mejores que los míos, yo acepto lo que quieras para mí’. Lo único que nos resta es esperar un milagro. Él (Dios) ha prometido que tiene cosas grandes para sus hijos y yo le creo”, afirmó María.

En números

392,862 deportados de EE.UU.

71.9 % de ellos son mexicanos.

5.2 % de los deportados de EE.UU. fueron de la región de Atlanta (Georgia y las Carolinas).

20,292 deportados de la región de Atlanta.

42.6 % de los deportados de la región de Atlanta no cometieron crímenes.

Fuente: Servicio de Inmigración y Aduanas (ICE). Año fiscal 2010.