Lo que antes parecían protestas exclusivas de sitios como Latinoamérica, España o Egipto, ahora son parte del panorama estadounidense.
Plazas públicas de varias ciudades del país se convierten en campamentos de manifestantes cuyo objetivo pareciera ser permanecer ahí hasta que se cumplan sus demandas. Es el movimiento de los ‘Indignados’ que avanza en todo el país: desde Nueva York hasta Los Ángeles; desde Boston hasta Atlanta.
Sorprende que ocurra en Estados Unidos, en donde difícilmente hay manifestaciones como éstas: plantones improvisados en espacios públicos, de larga duración y sin previa autorización del gobierno.
También llama la atención su foco principal. A pesar de que sus críticos señalan que no hay una causa definida, lo cierto es que todos los que ahí convergen pelean, de forma pacífica y desde sus propias trincheras, por una justicia social alejada de la avaricia corporativista.
Así, lo que antes eran demostraciones en contra de un sistema político, ahora van también sobre uno económico. Como lo indica la publicación Der Spiegel: “En el pasado, criticar aquí al sistema capitalista se percibía como algo ‘anti-estadounidense’, pero los problemas sociales crónicos y las frustraciones profundamente arraigadas de la actualidad podrían estar cambiando esto”.
Y no es sorpresa que ocurra ahora. Los ‘occupiers’ u ‘ocupantes’ son el claro retrato de una sociedad sin liderazgo y atrapada en falsas promesas. Es la generación de la recesión, los embargos, la crisis ambiental y las disfuncionalidades políticas.
Y por esa amalgama de problemas, el movimiento es cada vez más popular y diverso. Aquí hay ambientalistas, sindicalistas, estudiantes, desempleados, veteranos de guerra y agricultores, por dar ejemplos. Incluso el movimiento proinmigrante está abriéndose paso. En las protestas de Los Ángeles y Nueva York, por ejemplo, se podían ver letreros en español a favor de los trabajadores indocumentados y de las minorías.
Algunos de estos grupos ya han creado pliegos petitorios, pero el camino que tomará su lucha está por verse.
Una vía, según ciertos analistas, es que se conviertan en una especie de ‘Tea Party’ de izquierda; es decir, una fuerza política y electoral pero de tendencia liberal.
Otro camino puede ser el de España, en donde los Indignados han tomado acciones más concretas, como boicotear productos, impedir el paso de las autoridades a viviendas allanadas o proteger a los trabajadores indocumentados de las redadas.
La ruta más difícil, y la más profunda, sería lograr una transformación en el sistema político y económico. Aunque quizá no ocurra de una forma tan radical como en la “Primavera Árabe” de Egipto y de Libia, este podría ser el primer paso a un diálogo constructivo que traiga mejores condiciones de vida para todos.
No se sabe todavía hasta dónde llegará este movimiento, pero lo cierto es que su sola presencia marca un parteaguas en la historia de este país, no solo por sus acciones y sus motivos. Será, sobre todo, por evidenciar la presencia de quienes, indignados con la trágica actualidad, buscan generar un cambio con dignidad.